España se enfrenta a un escenario climático caracterizado por sequías más intensas y prolongadas, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y estudios de instituciones como AEMET y CEDEX. La Península Ibérica, debido a su ubicación, es especialmente vulnerable al calentamiento global. Si las emisiones de gases de efecto invernadero no disminuyen, el sur de Europa podría perder entre un 20% y 40% de sus recursos hídricos antes de 2050.
España, particularmente las zonas sur y centro, está experimentando largas sequías meteorológicas, agronómicas e hidrológicas, afectando la agricultura, el suministro urbano y los ecosistemas. En los últimos cinco años, se registraron tres de las sequías más severas del siglo XXI, con embalses al 36% de su capacidad en cuencas del Guadalquivir y Segura en 2023. Las lluvias invernales no logran normalizar los niveles de agua, mientras que veranos más secos aumentan el estrés hídrico, impulsado por la subida de temperaturas que eleva la evaporación y la demanda de riego.
El sector agroalimentario, dependiente del regadío intensivo, sufre consecuencias directas. Cultivos de olivo, viñedo y cítricos enfrentan restricciones de agua que limitan la producción y elevan costos, afectando también a pequeños agricultores en un entorno volátil. Los humedales, acuíferos, ríos y especies acuáticas no quedan exentos. Áreas como las Tablas de Daimiel y Doñana muestran niveles críticos de desecación. El Ministerio para la Transición Ecológica trabaja en planes de adaptación hídrica que contemplan la reutilización y regeneración de aguas residuales, construcción de infraestructuras de desalación, revisión de concesiones de riego y planes de emergencia por escasez en cada cuenca hidrográfica. Además, se prioriza la transición hacia una agricultura más eficiente y sostenible, modernizando el regadío y fomentando cultivos con menor demanda hídrica.</p>
Fuente: estrelladigital.es