Para los operadores de invernaderos comerciales, el enfoque del mantenimiento no consiste solo en mantener las cosas en funcionamiento, sino en salvaguardar todo su negocio. "La elección entre un mantenimiento reactivo y una estrategia proactiva y preventiva repercute directamente en el rendimiento, los costes y el éxito a largo plazo", afirma Byron Meyer, director de BM Greenhouses.
Mantenimiento reactivo: riesgo diferido, mayor impacto
Con más de una década de experiencia en el mercado británico e internacional de los invernaderos, Byron observa que muchas operaciones siguen confiando en el mantenimiento reactivo, es decir, en responder solo cuando fallan los sistemas. Aunque este enfoque puede reducir el gasto a corto plazo, Byron considera que introduce una volatilidad operativa que puede aumentar con el tiempo. "Trabajar con un modelo reactivo es básicamente jugar con la cosecha. Puede que te salgas con la tuya una o dos veces, pero al final un fallo en una tubería de calefacción o en un colector de riego te pillará fuera de juego, normalmente cuando más daño hace".
El mantenimiento reactivo suele provocar paradas imprevistas, ya que los fallos tienden a producirse durante las temperaturas extremas o en los picos de carga de los cultivos. Según Byron, "una parada de caldera en invierno o un fallo de fertirrigación en verano no te da horas para responder, te da minutos". Estas averías también suponen mayores costes, ya que las reparaciones de emergencia suelen implicar pedidos urgentes, horas extras y retrasos en la producción. "Lo que podría haber sido un trabajo de media hora se convierte en una llamada de fin de semana con un coste cinco veces mayor", añade.
La degradación de los equipos es otra consecuencia habitual. Los sistemas que no se revisan se desgastan más rápido. "Vemos casos en los que los ventiladores o los motores de ventilación se sustituyen mucho antes de lo necesario, simplemente porque no se lubricaron o alinearon", dice Meyer. La inestabilidad ambiental causada por componentes defectuosos también puede afectar a la calidad de las cosechas. "Un sistema falla y, de repente, aparece el estrés térmico o la variabilidad de la zona radicular. Hasta la cosecha no se notan todos los efectos".
Mantenimiento proactivo: programado, medido y controlado
Una estrategia de mantenimiento proactivo introduce inspecciones programadas, diagnósticos del sistema y sustitución de los componentes desgastados antes de que se produzca el fallo. "Proactivo no significa exceso de mantenimiento", explica Byron. "Significa conocer los sistemas lo suficientemente bien como para intervenir justo antes de que el rendimiento empiece a bajar, no después de que algo se rompa".
Un enfoque de mantenimiento planificado favorece la continuidad operativa. Señala que "con un programa planificado, la mayoría de los fallos que detectamos son menores: correas agrietadas, filtros sucios, rejillas desalineadas. Repararlas a tiempo evita averías posteriores". Los costes también son más predecibles, lo que permite a los agricultores prever los presupuestos de mantenimiento de forma más fiable en lugar de reaccionar ante emergencias a mitad de temporada. El mantenimiento de los sistemas de control, los motores y los sensores climáticos ayuda a garantizar unas condiciones ambientales constantes. "No se puede ajustar con precisión un clima si los sensores van a la deriva o si un banco de ventiladores no está aspirando aire", dice Byron. Además del rendimiento del sistema, las comprobaciones rutinarias mejoran las condiciones de seguridad del personal. "Se trata de conocer tanto la estructura como el cultivo".
Planificación específica del sistema: No es una solución única
BM Greenhouses integra la planificación del mantenimiento en todo el ciclo de vida de sus proyectos de invernaderos, desde el diseño hasta la asistencia continua. "No entregamos un proyecto y nos vamos", dice Byron. "Cada lugar tiene requisitos diferentes en función del cultivo, el tipo de calefacción y los sistemas de control. El mantenimiento debe adaptarse en consecuencia". Su equipo realiza comprobaciones específicas en toda la infraestructura crítica. Esto incluye pruebas de eficiencia de las calderas, comprobaciones de la presión de las tuberías de calefacción e inspecciones de las válvulas de los sistemas de calefacción. Las unidades de riego reciben mantenimiento de bombas, limpieza de filtros y calibración de fertirrigación. En los sistemas de ventilación y cribado, inspeccionan la alineación de los motores de accionamiento, el seguimiento de las telas y el desgaste de los cables. Los sistemas eléctricos se supervisan mediante inspecciones de cuadros, pruebas de enclavamientos de seguridad y equilibrado de cargas.
Los registros de mantenimiento y los informes de inspección visual forman parte del proceso de asistencia estándar de BM. "Queremos que los operadores entiendan lo que ocurre con sus sistemas, no que se limiten a responder a las alarmas".
Implementación
Para los cultivadores que quieran adoptar un modelo proactivo, Meyer recomienda empezar con un inventario completo de los sistemas críticos. "Haga una lista de todos los sistemas críticos e identifique los puntos de fallo. Organice las tareas de inspección en torno a ellos, con una frecuencia basada en las directrices del fabricante y en el uso real", aconseja. La documentación es fundamental para mantener la coherencia. "Es fácil olvidar qué se ha comprobado y cuándo. Llevar un registro, aunque sea en papel, facilita la observación de patrones y permite saber cuándo hay que ajustar el programa", dice Meyer.
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Byron Meyer
BM Greenhouses
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