Un reciente estudio destaca el impacto del dióxido de carbono (CO₂) en la agricultura de invernaderos, donde ha aumentado el rendimiento de cultivos y descentralizado el suministro de alimentos mundialmente. Regiones como China, España y Estados Unidos lideran esta transformación, convirtiendo áreas desérticas en tierras productivas. El CO₂ se utiliza como nutriente esencial para las plantas, a pesar de las restricciones impuestas por las políticas climáticas.
En regiones con políticas climáticas restrictivas, agricultores y científicos han encontrado en el CO₂ una herramienta para aumentar la producción agrícola y combatir la escasez de alimentos. Este gas, se ha mostrado eficaz al triplicar la producción agrícola bajo condiciones controladas.
Los invernaderos, donde el CO₂ se inyecta hasta 1000 ppm, han registrado incrementos de producción superiores al 80%. Se observa que en condiciones diurnas, las plantas consumen CO₂ hasta llegar a 200 ppm, donde el crecimiento se limita, lo que demuestra la necesidad de niveles más altos para un desarrollo óptimo. Esto es algo conocido por cultivadores en regiones de España, donde las prácticas agrícolas tradicionales han incorporado este conocimiento.
A pesar de la demonización de los combustibles fósiles y de las restricciones impuestas por agencias como la EPA, los agricultores argumentan que incrementar los niveles de CO₂ es necesario para solucionar la escasez alimentaria. Actualmente, la atmósfera tiene aproximadamente 420 ppm de CO₂, una cifra considerada baja en comparación con épocas anteriores donde las plantas prosperaron bajo concentraciones mucho más altas.
Investigaciones como las realizadas por Xiaoye Tong cuestionan las percepciones actuales sobre el CO₂: "Si el CO₂ es tan tóxico, ¿por qué nuestros invernaderos triplican su concentración para alimentar a millones?". Esto plantea la necesidad de reevaluar el papel de este gas en la producción agrícola moderna.
Actualmente, invernaderos avanzados, como aquellos en Carolina del Norte, utilizan el CO₂ para mantener el suministro a supermercados durante todo el año. Sin embargo, los esfuerzos por centralizar el sistema alimentario y limitar el suministro de CO₂ han llevado a restricciones que afectaron negativamente la producción agrícola sostenible.
En última instancia, hay una agenda global vinculada a mantener dependencias en los sistemas alimentarios centralizados. Subrayar las limitaciones energéticas y la falta de CO₂ no solo amenaza a la seguridad alimentaria, sino que también fomenta una necesidad de control sobre la producción energética y de alimentos.
Fuente: mil21.es