Desde la región amazónica de Ecuador, en el cantón de Morona, provincia de Morona Santiago, nace un proyecto agrícola con aroma a historia, biodiversidad y futuro: Villa Vainilla. Liderado por Noya Bustamante y Christian Jaramillo, esta iniciativa no solo cultiva una de las especies más apreciadas del mundo, sino que rescata variedades nativas de vainilla (Vanilla odorata, Vanilla Karen-Christianae, Vanilla pompona, Vanilla cribbiana) desde su entorno silvestre y las transforma en un emprendimiento sostenible, técnico y con proyección internacional.
© Villa Vainilla
La vainilla, una orquídea trepadora originaria de Mesoamérica, es reconocida como la segunda especia más cara del mundo después del azafrán. Su cultivo es exigente: cada flor debe ser polinizada manualmente y el proceso completo —desde la floración hasta la comercialización del fruto seco— puede tomar más de un año. No obstante, su valor económico y aromático justifica el esfuerzo.
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"Comenzamos buscando vainilla silvestre cerca del río Upano. Literalmente la íbamos rescatando planta por planta y adaptándola a nuestro terreno", comenta Christian. Tras un inicio en sistema agroforestal con tutores vivos como el ajulemo, el proyecto dio un salto hacia la tecnificación instalando un invernadero de 1.000 m² que alberga alrededor de 1750 plantas. "La razón del cambio fue clara: bajo invernadero, las flores no se pierden por la lluvia y el crecimiento se multiplica. Pasamos de un centímetro cada 15 días en campo abierto, a un centímetro diario en invernadero", explica.
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La diferencia en rendimiento es notable. Mientras que en el sistema tradicional la pérdida de flores puede superar el 70%, en el invernadero el porcentaje de floración aprovechable alcanza el 99%. En un solo día, de hecho, hemos llegado a registrar hasta 2.430 flores abiertas, todas las cuales tuvieron que ser polinizadas a mano una por una. "La vainilla es una orquídea muy especial. Para polinizarla esta especie no se autopoliniza, como con otras frutas; y aunque existe un polinizador natural, la abeja verde Euglossa viridissima, sus colonias son muy pequeñas y para plantaciones comerciales como la nuestra, la polinización debe de ser manual", señala Noya, quien destaca también el papel de las mujeres en la labor diaria, especialmente en la polinización.
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Villa Vainilla cultiva siete variedades de vainilla, cinco de ellas nativas (como la Vanilla odorata) y 2 introducidas (como la planifolia y la tahitensis) y ha sido pionera en la provincia en obtener la patente obligatoria del Ministerio del Ambiente de Ecuador para el cultivo y reproducción de orquídeas. Bajo estructura protegida, las plantas se tutoran con sistemas similares a los del tomate, guiadas con piolas o rafias hasta alcanzar su altura productiva. La nutrición se maneja con precisión, usando riego por goteo y sistemas de nebulización durante los meses de mayor calor, lo que permite mantener floraciones durante todo el año —"algo inusual incluso en países con tradición vainillera destaca Christian.
La segunda especia más cara del mundo
A pesar de su complejidad, la rentabilidad del cultivo es notable. "Una planta puede producir hasta 800 gramos al año. En verde se paga a 35 USD el kilo, pero si se hace el proceso completo de producción, curado y secado, los precios suben a niveles muy atractivos: la odorata puede llegar a 350 USD/kg y la tahitensis a 180–200 USD/kg", explican.
No obstante, el proceso de poscosecha exige paciencia. "Una vez polinizada, la vaina madura debe estar durante 9 meses en planta, y luego pasa por un proceso de curado y secado que toma entre 3 a 5 meses adicionales. Recién entonces está lista para el consumo; sin embargo, lo positivo es que una vez procesada, la vainilla tiene una vida útil de al menos 730 días según laboratorio, y probablemente más si se conserva al vacío", comenta Christian.
A nivel comercial, el principal desafío sigue siendo el volumen y el acceso a mercados. "Aún no podemos abastecer supermercados por la cantidad que manejamos. Nuestro enfoque actual es más hacia reposterías y restaurantes gourmet", explican. Además de las vainas, Villa Vainilla ha diversificado su producción con extracto artesanal, vainilla molida y hasta una crema de whisky con caviar de vainilla —una creación de Noya—. También han incorporado agroturismo al proyecto: reciben visitas para que los turistas participen en la polinización y conozcan el proceso completo de esta orquídea. "Es una experiencia sensorial completa. Hemos visto a visitantes emocionarse al oler por primera vez una vainilla natural".
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Frente al dominio de la vainillina sintética —presente en más de 2.800 productos industriales—, Christian y Noya subrayan los beneficios y la complejidad del aroma natural, compuesto por más de 169 compuestos distintos. "Mucha gente aún confunde un aroma artificial con la verdadera vainilla. Nuestro trabajo también es educar", señalan.
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"El proyecto también es un ejemplo de agricultura de bajo impacto ambiental. En 2.300 m² tenemos una plantación eficiente, sin necesidad de deforestar ni expandir la frontera agrícola. Es una alternativa perfecta para la Amazonía", concluye Christian, quien no descarta en el futuro formar asociaciones de productores para escalar la producción y visibilizar más este cultivo noble y resiliente. "Villa Vainilla demuestra que, con pasión, técnica y compromiso con la biodiversidad, es posible transformar una orquídea silvestre en un modelo de agricultura con futuro, aroma y propósito".
© Villa VainillaPara más información:
Villa Vainilla
Tel.: +593 99 610 7802
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