La agricultura vertical se perfila como una de las innovaciones con mayor capacidad de transformación en el suministro alimentario urbano. Basada en técnicas hidropónicas y aeropónicas, esta modalidad optimiza el uso del espacio, reduce de forma significativa el consumo de agua y acerca la producción a los núcleos de consumo, lo que la convierte en una alternativa de interés tanto para el sector agrario como para la distribución.
Aunque el concepto lleva décadas sobre la mesa, su desarrollo a gran escala comienza a materializarse ahora. El especialista en Salud Pública Dickson Despommier ya advertía que, si cada ciudad produjera el 10% de sus propios alimentos, el efecto ambiental sería considerable y los ecosistemas forestales saldrían beneficiados. Ejemplos actuales como el proyecto Terrazas Verdes en Medellín —donde los tejados de la Comuna 13 se han reconvertido en huertos hidropónicos de lechuga y albahaca— muestran cómo este modelo puede generar empleo y abastecer directamente a supermercados locales.
La eficiencia en el uso de recursos es uno de los principales argumentos a favor de este sistema, según señala un informe de BBVA. Iván García Besada, director ejecutivo de la compañía gallega Néboda, especializada en cultivos de interior en Vigo, subraya que la hidroponía "reduce hasta en un 90% la huella hídrica frente a la agricultura tradicional". Explica además que el agua no absorbida por las raíces se recoge y reutiliza, lo que incrementa la sostenibilidad del proceso.
El manejo de estas instalaciones requiere, además de agua, iluminación artificial —principalmente mediante led— y un control preciso de parámetros como temperatura, humedad y niveles de CO₂. Este microclima controlado asegura producción estable y calidad uniforme durante todo el año, lo que supone para la distribución menos volatilidad en precios y una mayor seguridad de suministro.
Otra ventaja es la reducción en el uso de pesticidas y herbicidas, al tratarse de sistemas cerrados. Este factor acerca la producción a estándares propios de la agricultura ecológica. Asimismo, la proximidad al consumidor recorta tiempos logísticos y reduce pérdidas. "Al disminuir la distancia entre la cosecha y el consumo, se minimizan las mermas y se gana en frescura", apunta García.
El impacto de la logística en el sector alimentario es elevado. El sociólogo y experto en agricultura urbana José Luis Casadevante (Kois) recuerda que la mayoría de los alimentos recorre miles de kilómetros antes de llegar al punto de venta, lo que implica altos costes energéticos y contribuye a que las ciudades, pese a ocupar solo un 3% de la superficie terrestre, generen el 75% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
En este contexto, la agricultura vertical emerge como una alternativa que, al integrarse en espacios urbanos, reduce la necesidad de transporte de larga distancia y favorece cadenas de suministro más cortas y sostenibles. La creciente demanda de productos frescos, locales y con menor huella ambiental refuerza su papel como opción estratégica para retailers y operadores del canal horeca.
Fuente: financialfood.es