En la producción de cannabis, las hojas suelen tratarse como poco más que una molestia. Se podan, se desechan y, en general, se tratan como residuos. Pero una nueva investigación de la Universidad de Stellenbosch, en Sudáfrica, sugiere que los cultivadores deberían reconsiderarlo.
Un equipo de químicos analíticos dirigido por el profesor André de Villiers ha publicado el primer estudio que identifica flavoalcaloides en las hojas de cannabis, una clase poco común de metabolitos vegetales que hasta ahora sólo se encontraban en un puñado de especies. "Como químicos, desarrollamos métodos para caracterizar muestras", explica. "El cannabis era una aplicación, pero las moléculas en las que nos centramos, fenólicos, flavonoides y ahora flavoalcaloides, son bien conocidas por sus propiedades antioxidantes y bioactivas. Son una de las razones por las que es bueno comer fruta, por ejemplo".
© Stellenbosch University
Aunque los flavonoides en el cannabis no son una sorpresa, el descubrimiento de los flavoalcaloides fue inesperado. Estos compuestos combinan grupos flavonoides y alcaloides. En otras plantas, se ha estudiado su papel en el Alzheimer, la inflamación e incluso el cáncer. Sin embargo, eso no significa necesariamente que las hojas de cannabis vayan a representar la próxima frontera en la medicación del cannabis. El equipo de Stellenbosch detectó las moléculas, pero aún no pudo aislarlas en cantidades suficientes para realizar pruebas biológicas. "Si se quisiera fabricar un medicamento a partir de los flavoalcaloides del cannabis, se necesitarían grandes cantidades de material vegetal", afirma el profesor de Villiers. "Pero ésa no es la única vía. Pensemos en los suplementos de extracto de semilla de uva, que se venden por su contenido en flavonoides. Las hojas de cannabis podrían seguir un camino similar".
Esa posibilidad podría transformar lo que ahora es un subproducto en un recurso. Las hojas de cannabis contienen niveles mucho más bajos de cannabinoides, lo que significa que entran dentro de un marco legal diferente y menos restrictivo. "El sueño", añade el prof. De Villiers, "sería tomar un producto de desecho y hacer algo valioso con él".
El problema de los cruces
Los investigadores también descubrieron una sorprendente variabilidad entre cepas. En el primer estudio publicado, los flavoalcaloides aparecían en una de las tres variedades comerciales analizadas. Un seguimiento con 16 cepas compradas a proveedores locales e internacionales reveló los compuestos en cerca de dos tercios de ellas. "Parece relativamente común, pero no universal", afirma de Villiers. Los resultados preliminares sugieren que el control genético desempeña un papel, y su grupo está colaborando con genetistas para comprender el vínculo.
Sin embargo, el equipo de investigadores se enfrenta actualmente a un panorama de variedades de cannabis poco o nada coherente en cuanto a lo que son en realidad. El profesor de Villiers cuenta que le sorprendió ver que diferentes proveedores de semillas llamaban a una determinada variedad de la misma forma y, sin embargo, una vez cultivada, no sólo mostraba un perfil químico diferente, sino que también tenía un aspecto distinto. "Por ejemplo, Blue Dream", señala. "La compramos a dos proveedores distintos. Químicamente, eran completamente diferentes. Incluso las plantas parecían distintas". El perfil químico de las hojas podría ser una forma de atravesar ese laberinto.
Las variedades locales
Dado que no es fácil encontrar estos flavoalcaloides en las hojas de cannabis y que las investigaciones parecen sugerir que su presencia es específica de cada cepa, rastrear la variedad original de la que procede una determinada cepa cruzada podría responder a esa pregunta. El profesor de Villiers ve especialmente prometedor el estudio de las variedades autóctonas de Sudáfrica. El cultivo informal está muy extendido en provincias como Cabo Oriental, y las cepas locales pueden contener perfiles metabólicos únicos. "Sería fascinante comprobar si estos flavoalcaloides forman parte del patrimonio genético sudafricano", afirma.
De momento, el estudio abre una nueva línea de pensamiento para la industria del cannabis: tal vez esos montones de hojas no sean desechos en absoluto, sino una fuente de valor sin explotar.
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