Bajo el calor sofocante de Paramaribo, el agricultor Jaswant —miembro de la cooperativa agrícola Kwatta— trabaja sin descanso en su terreno de una hectárea y media. "Gracias a un sistema bien pensado de rotación de cultivos, siempre hay algo floreciendo o creciendo", dice con orgullo mientras señala sus hileras de melón amargo, amsoi, hojas de tayer y agumawiwiri. "Incluso durante la temporada de lluvias puedo seguir abasteciendo. Así garantizo ingresos durante todo el año."
© Pieter Boekhout | HortiDaily.es
Ramdin Rabia, miembro del consejo de administración de la cooperativa agrícola Kwatta. "Hace falta investigación seria, saber cómo cultivar de manera eficiente, contar con datos. ¿Qué cultivos, variedades y técnicas son realmente apropiadas para nuestro país?"
La cooperativa agrícola Kwatta lleva ya 67 años operando. Fue fundada a finales de los años 50 por pequeños productores que buscaban unir fuerzas para enfrentar mejor los desafíos del sector. "Nuestra misión es defender los intereses de nuestros miembros", afirma Ramdin Rabia, uno de los directivos. La cooperativa adquiere insumos agrícolas como fertilizantes, semillas y productos fitosanitarios, que luego comercializa a precios accesibles en su propia tienda, tanto para socios como para otros productores locales. Sin embargo, como la mayoría de estos insumos son importados, sus precios fluctúan según la cotización del dólar estadounidense. "Y eso complica mucho las cosas a la hora de planificar costes", apunta.
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Precios que suben y bajan como la marea
Para Jaswant, la volatilidad de los precios es el pan de cada día. "Tengo clientes fijos, pero vendo según el precio de mercado. Y ese cambia constantemente, a veces de una semana a otra, o incluso de un día para otro. Hoy una bolsa de boulanger (berenjena) me la pagan en 1.000 SRD, mañana puede que solo me den 500", manifiesta.
Otra dificultad es la calidad del material de siembra. "Un año, las semillas producen frutos de excelente calidad; al año siguiente, usando la misma marca, la cosecha no sirve para nada. Es una lotería… muchas veces te venden gato por liebre", expresa.
Los hábitos alimenticios también juegan su papel. "Los surinameses son bastante tradicionales con la comida", explica Jaswant. "Quieren lo que conocen". Por ejemplo, prefieren la boulanger alargada, no la redonda. Y en cuanto a ajíes, solo aceptan el rojo y el amarillo. Introducir nuevas hortalizas resulta casi imposible. "En Guyana, nuestros vecinos, la gente es mucho más abierta a probar cosas nuevas".
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Clima impredecible y sueños de invernadero
El clima en Surinam ya no es lo que era. "O llueve demasiado, o hace un calor insoportable. A veces ya no sabes ni cuándo sembrar", se lamenta Jaswant. Cultivos como el pimiento o el tomate son especialmente difíciles de manejar a cielo abierto en este entorno tropical. Los invernaderos de plástico podrían ser una solución, pero la inversión necesaria es, para la mayoría, prohibitiva. "Construir un invernadero cuesta caro, y conseguir un préstamo es casi imposible. Los bancos te exigen ser propietario del terreno y, además, imponen intereses altísimos." Y aún si se cuenta con el capital inicial, hay que poder recuperar la inversión. "Con los precios que nos pagan aquí por las hortalizas, eso no está garantizado", señala.
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"Hoy una bolsa de boulanger me la pagan en 1.000 SRD, mañana puede que solo me den 500"
La gran deuda: conocimiento técnico
Tanto Jaswant como Ramdin coinciden en lo esencial: Surinam necesita urgentemente más conocimiento técnico. "Hace falta investigación seria, saber cómo cultivar de manera eficiente, contar con datos. ¿Qué cultivos, variedades y técnicas son realmente apropiadas para nuestro país? Muchas veces estamos trabajando a ciegas", reconoce Ramdin. "Poder apoyarnos en el conocimiento y la experiencia de países como los Países Bajos, donde la tecnología es la columna vertebral de la agricultura, nos impulsaría enormemente".
Por desgracia, el respaldo del gobierno surinamés es escaso. "No hay recursos ni infraestructura para fomentar la investigación agraria. Esa falta de apoyo no solo reduce el rendimiento de los cultivos, sino que también aleja a los jóvenes del sector". Ramdin lo tiene claro: "Necesitamos aumentar la productividad para mostrarles a las nuevas generaciones que la horticultura sí tiene futuro. Y ese futuro tiene que ser tecnológico, porque los jóvenes piensan en términos de work smart, not hard".
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Para más información:
Ramdin Rabia (miembro del consejo de administración)
Landbouwcoöperatie Kwatta en Omstreken GA
Kwattaweg # 602
Surinam
Tel.: +597 436844
[email protected]