"Cuando compré el solar, estaba completamente cubierto de maleza", recuerda Nesta Tjong A Hung mientras se limpia las manos en el peto. Nesta, antigua trabajadora pastoral que ahora tiene 75 años, construyó un refugio seguro para niños hace 25 años con sus ahorros: Mariahoeve. Lo que empezó como un modesto hogar se convirtió en un centro donde no solo abundan el amor y los cuidados, sino también las verduras. Nesta cree que cada niño debería comer 10 cucharadas de verduras al día. Las verduras en Surinam son caras y este era el mayor coste de mantener a los niños. Por eso, Nesta y su marido John decidieron cultivar sus propias verduras.
© Pieter Boekhout | HortiDaily.es
El invernadero de cristal, que antes estaba en la feria Floriade de Países Bajos, fue donado personalmente por el empresario hortícola Rob Baan.
Con un machete y mucha perseverancia, empezó a limpiar el terreno. "En cuanto quedaba un trozo libre, plantaba algo. Si no, las malas hierbas volvían a crecer". Así, paso a paso, se fue creando un huerto autosuficiente que hoy alimenta no solo a los 21 niños del albergue, sino también a los niños desfavorecidos de una escuela cercana.
© Rob BaanLos niños inauguran el invernadero.
Al principio, Nesta trabajaba con cultivos al aire libre. "Pero en un invernadero puedes protegerlos de la lluvia y los insectos y darles sombra", señala. Así que construyó un invernadero de madera, pero la cubierta plana no fue rival para las lluvias tropicales. "Acabaron por derrumbarlo. Entonces hice el tejado en forma de V para que drenara mejor".
Más tarde, la ayuda llegó de fuera. Con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y las fundaciones A Better World Foundation y ONS Foundation, entre otros, se construyeron invernaderos más resistentes. Pero la obra maestra es un invernadero de cristal que antes estaba en la feria Floriade de Países Bajos, donado personalmente por el empresario hortícola Rob Baan, presidente de la ONS Foundation. "No solo cedió el invernadero, sino que también financió los trabajos preparatorios", explica Nesta.
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La mayor parte de la cosecha se destina a los niños del albergue y la escuela. Lo que sobra, Nesta lo vende para financiar semillas, tierra para macetas y otros materiales.
La agricultura como lección de vida
Nesta y su marido trabajan en el huerto todos los días, de ocho a una y de cuatro a siete. "Mientras puedo, trabajo", dice con determinación. Incluso después de una exitosa batalla contra el cáncer de colon hace cinco años, su compromiso sigue intacto. Los niños también participan. Aprenden a sembrar, desherbar y cosechar, así como a dar una segunda vida a las botellas de PET como macetas. "Así no solo aprenden agricultura, sino también sostenibilidad en la práctica", indica.
La mayor parte de la cosecha se destina a los niños del albergue y la escuela. Lo que sobra, Neste lo vende para financiar semillas, tierra para macetas y otros materiales. Prácticamente todo se hace según los principios del cultivo ecológico, aunque la experimentación con variedades sigue siendo necesaria. "Aquí las variedades holandesas de tomate lo tienen difícil. El tomate Cobra indio, en cambio, dura todo un ciclo de cultivo".
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Para más información:
Nesta Tjong A Hung
Kinderhuis Mariahoeve
Lelydorp (Surinam)