La comunidad japonesa ha sido determinante en el desarrollo de sectores como el agropecuario en la economía de República Dominicana.
En 1956, mientras Japón se recuperaba de la Segunda Guerra Mundial, un grupo de japoneses viajó más de 13,000 kilómetros al Caribe. Este viaje marcó el comienzo de una migración productiva y simbólica en la historia dominicana.
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El episodio de "Migrantes", conducido por Millizen Uribe y producido por Gelen Gil, rinde homenaje a estos pioneros que aportaron progreso y disciplina a la agricultura dominicana. "La República Dominicana tiene una historia sembrada por manos japonesas", afirmó Uribe. Entre 1956 y 1959 llegaron más de 1,300 japoneses a colonias agrícolas en diversas localidades del país. Fue la primera experiencia de colonización japonesa en América Latina.
El primer grupo, compuesto por 28 familias, llegó el 29 de julio de 1956, desde un Japón rural posguerra, impulsados por la pobreza y falta de tierras. A su llegada, superaron barreras como el idioma y condiciones climáticas desafiantes con perseverancia. "Madrugaban para trabajar la tierra", recordó Takashi Nishio, presidente de la Asociación Tomonokai.
Los japoneses no solo cultivaron la tierra, sino que también sembraron conocimiento. En lugares como Constanza y Jarabacoa, introdujeron técnicas avanzadas de cultivo, sistemas de riego y un modelo de cooperativismo que transformó la producción nacional. El ingeniero Teruky Waki, presidente de la Asociación de Japoneses de Constanza, comentó: "Nuestros padres llegaron con las manos vacías, pero con el corazón lleno de esperanza". Gracias a ellos, Constanza se consolidó como el principal centro productor de exportación del país.
El legado japonés también se extendió más allá de la agricultura. En el Jardín Botánico Nacional, Mamoru Matsunaga creó el Jardín Japonés, un espacio de armonía que combina arte paisajístico japonés y naturaleza tropical. "El Jardín Japonés no es solo un lugar, es una filosofía", explicó su hijo, el General Minoru Matsunaga.
La comunidad Nikkei dominicana, descendientes de los inmigrantes, mantiene viva la herencia de disciplina y trabajo que caracteriza a la cultura japonesa. Eiko Kokubun, descendiente de pioneros, destacó: "Mis padres nos enseñaron que el esfuerzo y la gratitud son las semillas del futuro". A casi siete décadas de su llegada, los descendientes japoneses siguen siendo parte activa de la vida económica y cultural del país.
"El que siembra esperanza en tierra ajena, cosecha pertenencia", concluyó Millizen Uribe.
Fuente: eldinero.com