La producción de pepino de invernadero se enfrenta a menudo a importantes problemas derivados de los trips (Frankliniella occidentalis) y la Didymella (Didymella bryoniae). En regiones adyacentes a cultivos en campo abierto, las poblaciones de plagas pueden volverse resistentes a los controles químicos, lo que crea problemas persistentes de gestión. A medida que las intervenciones químicas pierden eficacia, las prácticas culturales preventivas han ganado atención como alternativa sostenible para proteger la salud y la calidad de los cultivos.
Aplicación de la eliminación preventiva de flores
En el invernadero Organika de San Miguel de Allende (México), la productora jefa Ana Isabel González Borbolla y su equipo adaptaron una técnica inspirada en los productores ecológicos europeos. "Implementamos una práctica que consiste en eliminar manualmente las flores del pepino antes de que se abran, directamente desde el extremo apical del fruto en desarrollo", explica Ana Isabel. Este paso interrumpe el microambiente que las flores cerradas proporcionan a los trips y a las esporas de hongos, incluida la humedad, el polen y los tejidos tiernos que favorecen el desarrollo de la plaga.
"Inmediatamente después de retirar las flores, se aplica una ligera capa de ácido peracético en la punta del fruto expuesta. Este paso de higienización impide el establecimiento de larvas residuales de trips o esporas fúngicas sin aplicar productos químicos convencionales ni estresar la planta". Describe el procedimiento como "preventivo y quirúrgico", señalando que se integra fácilmente en los paseos regulares del cultivo y no interfiere con el crecimiento normal de la planta.
© Ana Isabel Gonzalez Borbolla
Resultados y rendimiento
La aplicación de esta práctica en el último ciclo de producción produjo resultados mensurables. "Los daños relacionados con los trips, que antes afectaban hasta al 20% de nuestros frutos, se eliminaron casi por completo, y la incidencia de Didymella, que causaba aproximadamente el 7% de las pérdidas comerciales, ya no se observó en las zonas tratadas", explica. Añade que la calidad de la fruta también mejoró, con mayor uniformidad, brillo y vida útil, mientras que las puntas apicales permanecieron limpias. "El vigor de la planta y el cuajado de la fruta no se vieron afectados, con solo un ligero retraso en la maduración que requirió ajustes menores en los calendarios de cosecha".
© Ana Isabel Gonzalez Borbolla
Integración en la gestión de plagas
La técnica de eliminación preventiva de flores está ahora plenamente integrada en el programa de gestión integrada de plagas (GIP) de Greenhouse Organika. Complementa los controles biológicos existentes, incluidas las sueltas de Amblyseius swirskii, las trampas cromáticas y las aplicaciones biológicas preventivas. "Los factores clave para el éxito de la aplicación son el momento y la precisión: las flores deben retirarse cuando el fruto está visiblemente en desarrollo pero aún cerrado, y el procedimiento debe realizarse manualmente para evitar dañar el tejido apical", menciona Ana Isabel. La aplicación posterior de ácido peracético garantiza que la zona permanezca libre de patógenos y plagas.
© Ana Isabel Gonzalez Borbolla
Implicaciones para la gestión de invernaderos
Este enfoque demuestra que las pequeñas intervenciones culturales bien programadas pueden aportar importantes beneficios fitosanitarios y económicos. En entornos de alta presión en los que el control químico es menos eficaz, las estrategias preventivas pueden proteger los rendimientos, reducir la incidencia de plagas y enfermedades y mejorar la calidad de la fruta sin comprometer la salud de la planta. Subraya que "la prevención es la forma más inteligente de control. Es un pequeño detalle, pero marca una enorme diferencia en la salud del cultivo".
Para más información
Ana Isabel González Borbolla
San Miguel de Allende,
Guanajuato, México
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