Es una pregunta habitual entre los productores: ¿por qué los microorganismos actúan sobre todo de forma preventiva y no curativa? El microbiólogo Marco Breekweg, propietario de la empresa holandesa Biomicrobes, lo explica de manera sencilla: "Los microbios necesitan raíces sanas para hacer su trabajo". En este artículo, el especialista comparte por qué el momento de aplicación es clave y cómo los microorganismos pueden acompañar al cultivo en cada fase de su desarrollo.
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Todo empieza en la zona radicular
Cuando un productor entra en el invernadero, suele fijarse en lo que ocurre por encima del sustrato: las hojas, los frutos, el vigor de las plantas. Pero la verdadera base de la salud del cultivo está bajo tierra, en la zona de raíces. Allí, plantas y microorganismos mantienen una relación silenciosa pero constante, intercambiando nutrientes y señales químicas.
Cada vez más agricultores aprovechan esta relación aplicando bacterias y hongos beneficiosos. La lección principal es clara: para que funcionen, los microbios deben llegar a tiempo.
La importancia de unas raíces sanas
Los microorganismos no curan una planta enferma, aclara Breekweg. "Solo actúan sobre raíces activas, que crecen y liberan compuestos al medio. Las plantas excretan azúcares, aminoácidos y ácidos orgánicos: eso es alimento para los microbios. Si la raíz está débil o dañada, libera muy poco, y los microorganismos no tienen de qué vivir".
Los microbios eligen el camino fácil
Las bacterias se adaptan con rapidez a su entorno. "Si hay azúcar disponible, se centran en eso y reducen otras funciones, como la producción de enzimas o fitohormonas. Puede parecer que son perezosas, pero en realidad es una estrategia de supervivencia muy inteligente", comenta.
Por ello, aplicar microbios de forma regular es esencial para mantener un entorno radicular activo y diverso.
Viejos conocidos en los invernaderos
Diversos grupos microbianos desempeñan papeles fundamentales en la horticultura moderna: bacillus (colonizan rápidamente la raíz y facilitan la absorción de nutrientes), trichoderma (hongos que se desarrollan alrededor de la raíz y aprovechan la materia orgánica), streptomyces (bacterias productoras de enzimas que influyen en el entorno radicular), azotobacter (capaces de fijar nitrógeno del aire), rhizobium (conocido por las leguminosas, también puede beneficiar a otros cultivos), micorrizas (hongos que extienden la red radicular mediante sus hifas, aumentando el alcance de la planta) y pseudomonas (bacterias versátiles que colonizan rápido y producen ácidos orgánicos).
"Ninguna especie puede hacerlo sola; la fuerza está en la colaboración", resume Breekweg.
La colonización requiere tiempo
Después de aplicarse, los microorganismos necesitan días o semanas para activarse y asentarse en torno a las raíces. "Si esperas a tener un problema, ya llegas tarde. Los microbios no disponen del tiempo necesario para formar una población sólida", apunta.
Crear una barrera preventiva
Cuando los microorganismos se establecen a tiempo, forman una barrera natural alrededor de las raíces. "Ocupando ese espacio, dificultan la entrada de patógenos. Si se reponen con frecuencia, esa capa protectora se mantiene estable", señala.
Aplicación durante la siembra
Aplicar microorganismos en el momento de la siembra o el trasplante es una decisión inteligente. "Cuanto antes entren en contacto con la raíz joven, mejor se fijan", aconseja Breekweg. Se puede hacer mediante recubrimiento de semilla, tratamiento del sustrato o un riego suave tras la siembra. En todos los casos, Breekweg recomienda dosis bajas y uniformes: "Las raíces jóvenes son sensibles; es mejor una colonización equilibrada que una aplicación excesiva".
Errores frecuentes
Aunque el uso de microorganismos se extiende, todavía se cometen fallos. No deben mezclarse con sustancias agresivas como peróxido de hidrógeno (H₂O₂) o cloro. Además, deben almacenarse en lugares frescos y oscuros, y disolverse justo antes de aplicarlos. También insiste en utilizarlos de forma preventiva, al igual que los agentes de control biológico, y en mantener su población después. En sistemas recirculantes o con desinfección frecuente, es necesario reaplicar. Cuando se reutiliza el agua de drenaje, los microbios viajan con ella; esto puede suponer un riesgo si se propagan patógenos, pero también una oportunidad para extender microorganismos beneficiosos. En sustratos orgánicos esto ocurre de forma natural, pero en medios estériles como lana de roca o perlita, las reposiciones son esenciales.
Los agricultores que aplican bien esta estrategia lo notan: raíces más ramificadas y finas, mayor estabilidad frente al estrés (como sequía o salinidad) y una absorción de nutrientes más eficiente.
El futuro: la gestión microbiana
La demanda de soluciones microbianas crece sin parar. Con las nuevas normativas sobre fertilizantes y los objetivos de sostenibilidad, los productores deben optimizar el uso de los insumos. "La siguiente etapa será la gestión microbiana: dirigir activamente la zona radicular combinando microorganismos, insumos orgánicos y estrategias de riego adecuadas", afirma Breekweg.
Y concluye con una advertencia clara: "Los microorganismos no son una cura milagrosa para plantas enfermas. Su fuerza está en la alianza con raíces sanas. Empieza pronto, reaplica con regularidad y crea buenas condiciones. Con plantas fuertes, los microbios ayudan en cada etapa del cultivo; con plantas problemáticas, su efecto es mínimo. Piensa en ellos como un seguro vivo: si están en su sitio desde el principio, estarán listos para proteger tu cultivo en un entorno cada vez más exigente".
Biomicrobes estará en la Canadian Greenhouse Conference los días 8 y 9 de octubre en el stand 1131.
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How microorganisms help a crop grow.
'Bacillus' en la rizosfera: cómo la cooperación microbiana conduce a plantas más fuertes.
'Bacillus' como póliza de seguro de vida de la zona radicular.
Para más información:
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