Thrips parvispinus (Karny) es una plaga invasora reciente cuya biología y ecología difieren notablemente de las de Frankliniella occidentalis (Pergande), lo que obliga a replantear las estrategias de control biológico.
Presenta un patrón poblacional distinto a F. occidentalis. T. parvispinus incrementa sus poblaciones a finales de verano (septiembre), alcanza su máximo entre octubre y noviembre y mantiene los niveles poblacionales hasta enero, cayendo después en marzo-abril. Su distribución en los órganos de la planta es menos predecible. Mientras la población F. occidentalis se mantiene de forma estable en torno al 50 % en las flores durante todo el ciclo, T. parvispinus alterna entre flor, hoja y fruto según la época, siendo especialmente abundante en hoja y fruto en los meses de mayor incidencia.
T. parvispinus tiende a refugiarse en hojas enrolladas, brácteas o directamente bajo el cáliz de frutos jóvenes, donde también realiza sus puestas. Este comportamiento críptico dificulta la acción de materias activas y reduce la eficacia de protocolos diseñados para F. occidentalis.
Por todo ello, resulta esencial diseñar un programa preventivo, que se adelante al desarrollo de la plaga. Este debe contemplar la introducción progresiva y secuencial de enemigos naturales en función de las condiciones ambientales y fenológicas del cultivo, optimizando tanto la supervivencia como el establecimiento de los organismos de control biológico (OCBs).
De forma paralela al aumento de T. parvispinus, se ha observado también un crecimiento muy
significativo de las poblaciones de araña roja (Tetranychus urticae Koch) desde el inicio del cultivo. La aplicación de acaricidas puede comprometer la eficacia de los ácaros depredadores liberados, lo que subraya la importancia de estrategias de control integradas que aborden simultáneamente ambas plagas.
Por ello, se propone un programa preventivo basado en la introducción progresiva y secuencial de enemigos naturales, ajustado a las condiciones ambientales y fenológicas del cultivo. La correcta aplicación de este protocolo requiere siempre del criterio técnico del responsable de control biológico, quien deberá adaptarlo a las particularidades de cada explotación.
Fuente: untadeandalucia.es