Investigadores instan al gobierno mexicano a aprobar el uso de herramientas de edición genética como CRISPR para mejorar cultivos. Solicitan un marco regulatorio que distinga estas tecnologías de los transgénicos tradicionales, similar al adoptado en la mayoría de los países latinoamericanos.
Actualmente, México, junto con Bolivia, Venezuela y Perú, no cuenta con regulaciones específicas sobre edición genética agrícola, a diferencia de Argentina y Chile, pioneros en establecerlas en 2015 y 2017, respectivamente.
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Un grupo de 28 investigadores de diversas instituciones mexicanas publicó un comunicado y lanzó una petición en Change.org para abogar por una regulación de la edición genética basada en la ciencia. Su objetivo es permitir el desarrollo de cultivos con características mejoradas, como mayor valor nutricional y resistencia a sequías, según un comunicado de prensa. "Nos preocupa que, si se limita el uso de esta tecnología en México, otros países desarrollarán cultivos mejorados que tendremos que comprar posteriormente", afirmó Luis José Delaye Arredondo, director de UGA-Cinvestav y uno de los firmantes, en una declaración a SciDev.Net.
Esta petición surge tras un decreto firmado por la presidenta Claudia Sheinbaum en marzo, prohibiendo el cultivo de maíz transgénico en México. El decreto establece que la producción de maíz debe estar libre de modificaciones genéticas que superen las barreras naturales de reproducción o recombinación, como los transgénicos. Aunque la prohibición se aplica al maíz, los investigadores advierten que podría extenderse a otros cultivos y métodos de edición genética no transgénicos, como CRISPR.
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CRISPR-Cas, una tecnología de edición genómica, permite modificar el ADN de forma precisa, silenciando o cortando genes para corregir errores, estudiar enfermedades, modificar propiedades o crear aplicaciones en medicina, agricultura y otras áreas.
Agustín López Herrera, investigador de la Universidad Autónoma de Chapingo, no parte del grupo del comunicado, indicó a SciDev.Net que el decreto asume que "toda nueva biotecnología se juzga como dañina", por ello, la solicitud "es urgente y adecuada". Delaye menciona que un desafío para regular específicamente es que "todo se mete en el mismo saco de los OGM (…) cuando la edición genética de precisión no necesariamente implica transgénicos y merece una regulación diferente".
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El comunicado distingue la edición genética, que permite modificaciones precisas y controladas en el ADN, de la transgénesis que introduce material genético de otra especie. Alma Piñeyro, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, señala que la direccionalidad en la edición genética afecta a genes complejos, lo que puede magnificar efectos inesperados.
Argentina estableció regulaciones específicas para tecnologías de edición genética en plantas, evaluando caso por caso. Si no hay transgénesis, el producto se considera convencional. Chile adopta un enfoque similar, clasificando productos sin ADN de otra especie como convencionales.
Fuente: www.seedworld.com