En un contexto en el que muchos cultivos tradicionales buscan nuevas vías para seguir siendo rentables, el azafrán español —marcado históricamente por la estacionalidad y la fuerte dependencia de mano de obra— está encontrando una vía inesperada de modernización. En Aragón, el Grupo Operativo Azafarm, coordinado por FITA Aragón y formado por los socios Grupo Tatoma y Azafrán La Carrasca, y los colaboradores Campag (Clúster de Maquinaria Agrícola) y el centro tecnológico Tecnalia (centro tecnológico), además de agricultores y empresas innovadoras, trabaja desde hace cuatro años en el desarrollo de un módulo portátil capaz de reproducir y forzar la floración del azafrán en condiciones totalmente controladas. El objetivo: dotar al cultivo de estabilidad, ergonomía y una capacidad productiva capaz de recuperar su presencia en territorios que han perdido población y actividad agraria.
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Entre los socios del proyecto se encuentra Juan Naudín, CEO de ZGreens, especializado en agricultura vertical, quien ha participado directamente en el diseño y las pruebas del prototipo. "Cuando empecé con la agricultura indoor tenía claro que quería experimentar con cultivos de alto valor. Y el azafrán, además de ser una de las especias más caras del mundo, es una planta muy desconocida: sus ciclos no se parecen a los de ningún cultivo hortícola habitual", explica.
Azafarm nace precisamente para descifrar esa fisiología tan particular. En sus primeras fases, el consorcio centró todos los esfuerzos en comprender la floración, ajustando temperaturas, humedades y rampas térmicas dentro de un espacio reducido. "El primer año fue casi exclusivamente de pruebas de floración; necesitábamos averiguar cómo reaccionaba el bulbo bajo distintos parámetros. Después nos centramos en la reproducción y en la fase vegetativa, que en la naturaleza tiene lugar entre noviembre y abril", detalla Naudín. Con los ciclos controlados, el equipo comenzó a diseñar un prototipo capaz de automatizar el proceso.
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Ese prototipo, ya operativo, tiene aproximadamente metro y medio cúbico de capacidad y funciona como un pequeño contenedor isotermo equipado con un carro de cinco niveles. En él se regula la temperatura entre 8 y 21 grados a lo largo de distintas fases, siempre bajo iluminación LED hortícola de espectro equilibrado. "Son módulos compactos, no muy grandes, porque lo que buscábamos era entender primero el comportamiento del cultivo. La ingeniería final vendrá después y será la que escale el prototipo a modelos mayores", señala.
Pese a su tamaño, los resultados han sorprendido incluso al propio equipo. "Hemos alcanzado rendimientos entre dos veces y media y tres veces superiores a los del cultivo en campo, e incluso superiores", afirma Naudín. "Estas cifras coinciden con el enfoque del proyecto, que está orientado a mejorar la productividad y permitir a los productores rurales disponer de un sistema estable y programable, sin depender de un único pico de floración ni de la dificultad de encontrar mano de obra disponible en periodos muy cortos".
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Uno de los avances técnicos más relevantes es la reducción del ciclo completo. Mientras que en la naturaleza el azafrán necesita doce meses para completar su ciclo —con la floración en otoño y la reproducción hasta la primavera—, en el módulo se ha logrado acortarlo a ocho o nueve meses. "No podemos obtener dos floraciones con el mismo bulbo porque necesita su fase reproductiva, pero sí podemos encadenar lotes en distintos estadios. De ese modo, en 24 meses podemos sacar tres ciclos en vez de dos", explica. "Esto abre la puerta incluso a un modelo de producción escalonada que, teóricamente, permitiría disponer de bulbos y flores en distintos meses del año si se trabaja con varios módulos en paralelo".
© AzafarmMás allá de la innovación técnica, el proyecto se ha concebido como una herramienta de revitalización rural. "En comarcas como Teruel, el cultivo se ha ido abandonando por falta de trabajadores. Y es que para producir seis kilos en campo necesitas recoger cerca de un millón de flores en un periodo de entre cuatro y cinco días, muchas veces a cero grados, agachado y recogiendo flores que están a ras de suelo. Es muy duro y cada vez hay menos gente disponible", explica Naudín. "El módulo, sin embargo, permite cosechar y manipular el material en bandejas, a una altura cómoda y dentro de un espacio climatizado, lo que mejora las condiciones de trabajo y reduce la presión de la estacionalidad".
El consorcio se encuentra ya en el último año de pruebas y, según Naudín, los valores ambien-tales están prácticamente definidos. A partir de aquí, será la ingeniería la que determine el tamaño final del módulo comercial y su capaci-dad productiva. "Tenemos claro el comporta-miento del cultivo. Ahora debemos decidir si el modelo definitivo será un contenedor de 20 pies, de 40 o un diseño intermedio", afirma.
La ambición del proyecto es doble: recuperar un cultivo emblemático del territorio y demostrar que la agricultura vertical puede ofrecer soluciones reales más allá de las hortalizas de ciclo rápido. "Si el diseño comercial avanza como está previsto, Aragón podría convertirse en la primera región europea con un sistema industrializado de cultivo de azafrán en ambiente controlado, con capacidad para generar nuevas oportunidades económicas en zonas donde cada hectárea cuenta".
Para más información:
Azafarm
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